Las abuelas mexicanas que vivieron su niñez a principios del siglo XX recuerdan con nostalgia aquellos delicados juguetes que llamaban «de sololoy», particularmente a esas muñecas de rasgos angelicales que las llenaban de sueños.
Huella de aquella época quedó marcada en la «Naranja Dulce», canción infantil tradicional y en la que, en un fragmento, se canta:
…Toca la marcha, mi pecho llora / adiós señora yo ya me voy
/ a mi casita de sololoy /
a comer tacos y no les doy.
Aún hoy, cada vez con menos frecuencia, en México suele escucharse que con cariño a una pequeñina se la llame «muñequita de sololoy», en una franca comparación con la hermosura y delicadeza de aquellas muñecas de antaño. Por extensión, todavía vale piropear a una dama llamándola «mi muñequita de sololoy», y aunque las chicas de hoy no tienen ni la menor idea de lo que es este material, seguro que la suavidad de la palabra y su fonética afrancesada las hará intuir que se trata de algo bonito.
Pero, ¿qué es el sololoy? Para empezar, la palabra no aparece en el diccionario y fuera de México es un término desconocido. La historia comienza en la segunda mitad del siglo xix, cuando John Wesley Hyatt (1837-1920) inventó un nuevo material al que llamó celuloide por estar hecho a base de nitrato de celulosa.
Por sus propiedades flexibles de transparencia y resistencia a la humedad, pronto le encontraron aplicaciones en diversas industrias. De las más importantes fueron en la fotografía, la fabricación de juguetes y el cine. Ésa es la razón por la que hoy, para referirse a una película cinematográfica, también se usa la palabra celuloide.
Cuando llegaron a México los juguetes de celluloid —por su grafía en inglés—, el habla popular suavizó la palabra y así nació el sololoy, un mexicanismo que poco a poco se ha ido desvaneciendo, aunque aún se le mueve la patita cuando a una pequeña o a una mujer bonita le decimos que es una «muñequita de sololoy»; o cuando en un noche silenciosa, la nostalgia arrastra ecos del pasado y nos parece que en las calles vuelven a resonar esas voces infantiles que cantaban:
… adiós señora yo ya me voy / a mi casita de sololoy
/ a comer tacos y no les doy.
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